Paco Roca y Miguel Gallardo son dos autores españoles dan una mirada honesta y humana a dos grupos sociales que a menudo no alcanzamos a ver en nuestro mundo actual: los ancianos y los autistas. Y al hacerlo, iluminan también nuestras propias vidas al enfrentarnos a nuestra propia condición perecedera y única.
Una agencia de publicidad pide a uno de sus dibujantes que borre a una pareja de ancianos de la imagen que él ha creado para acompañar el lanzamiento de un nuevo producto. Los dos ancianos, apenas visibles en una multitud de rostros sonrientes, desaparece del dibujo porque según los expertos en publicidad, la vejez es antiestética.
La anécdota, que está en el origen de la novela gráfica Arrugas (2007), es reveladora al enrostrarnos el lugar al que confinamos a los adultos mayores en nuestra sociedad contemporánea. Una anécdota que, pese a su crueldad, no está tan lejos de las vivencias diarias de todos: espacios que no consideran a quienes tienen dificultades para desplazarse, colegio que solo se centran en uniformar a sus alumnos, políticos que solo recuerdan a las minorías durante las campañas, personas que ven limitadas sus posibilidades por razones culturales o por ignorancia.
Sin ponerse de acuerdo pero de forma casi simultánea, el español Paco Roca (1969) y su coterráneo Miguel Gallardo (1955) publicaron Arrugas y María y yo (2007), dos obras que justamente abordan las complicaciones de dos de estos sectores sociales que viven la discriminación diariamente: los ancianos y los autistas.
El olvido es blanco
“Cambiar el mundo es algo muy serio como para dejárselo a los jóvenes.
Ellos ya tienen bastante con pensar en sexo y drogas”.
Editado por Astiberri, Arrugas sigue a Emilio, un hombre mayor cuyo hijo ya no sabe cómo lidiar con el Alzheimer de su padre y que decide, por lo tanto, llevarlo a una residencia para ancianos. Emilio descubre en el lugar a un grupo de hombres y mujeres como él, aquejados por diferentes dolencias, solitarios y a la espera de que llegue la muerte en una sucesión casi inalterable de días iguales unos a otros. Uno de sus compañeros, Miguel, lo acompañará en el doloroso proceso de aceptar la enfermedad que le aqueja y enfrentar lo que le espera en el segundo piso del hogar, donde son atendidos los residentes incapaces de valerse por sí mismos.
La historia de estos dos amigos en su lucha por evitar lo inevitable sirve de eje para contar otras tantas historias, algunas con elementos cómicos (la huida en automóvil de un grupo de ancianos, los trucos de Miguel para conseguir dinero), otras con elementos conmovedores (la pareja que pese al Alzheimer de él vive unida en un único recuerdo de la infancia) o poético (el eterno viaje en el Orient Express de una anciana que todos los días se sienta junto a una ventana). Así, Arrugas se convierte en una mirada directa, entrañable y dura de esa etapa de la vida hacia la que todos nos dirigimos, pero de la que rara vez hablamos, quizás porque nos han enseñado que es “antiestética”.
Paco Roca, quien cuenta que en el origen de su obra no solo se encuentra la anécdota con que comenzábamos este artículo sino también la experiencia con sus propios padres y la de sus amigos más cercanos, no entrega en Arrugas una imagen sufriente de la ancianidad, si bien hay pasajes realmente desgarradores en el relato. El dibujo que emplea en esta obra recuerda por momentos al de Hergé en Tintín: un trazo limpio y claro acompañado de fondos bien definidos. La interacción entre texto e imagen hace de estos momentos experiencias mucho más sensibles para el lector atento, quien ve cómo dos páginas en blanco sirven de síntesis y destino para los personajes y, por ende, para todos nosotros a medida que sumamos calendarios.
I’m unique just like everyone else
La camiseta que Miguel Gallardo pone a su hija María dice: I’m unique just like everyone else (soy única, al igual que todos). Lo hace como respuesta a las personas que los miran reprobatoriamente en el resort en el que pasan sus vacaciones junto a un numeroso contingente de turistas alemanes. María, a sus doce años, levanta la voz en el comedor y repite lo mismo una y otra vez sin que nada que su padre haga pueda evitarlo. Ella es así. Ella es autista.
En María y yo, publicado también por Astiberri el año 2007, Miguel Gallardo cuenta su propia historia. Alejándose tanto temática como formalmente de las obras que lo hicieron conocido en la efervescente movida española de fines de los 70’ y durante los 80’, Gallardo construye su libro con un objetivo muy claro: crear una obra que muestre a los lectores la cosmovisión que tiene una persona como su hija. Un mundo de pautas claras y acciones reiteradas. Así, el relato es muy concreto en lo que cuenta, centrándose en las actividades que padre e hija realizan durante sus vacaciones y en el choque que se genera entre el mundo que ellos comparten y el mundo exterior que los juzga e intimida.
No solo lo que se cuenta es muy concreto, sino también el dibujo apunta a un estilo casi infantil, recogiendo los dibujos que él hace in situ para su hija, ya que María disfruta que su padre retrate los lugares y las personas que conocen y que ella, con una habilidad que la hace única, retiene en su memoria durante años.
María y yo es un libro que habla del amor de un padre por su hija. Un amor que la comprende tal como es y no espera nada de ella, porque sabe que sin saberlo María le regalará momentos de profunda comunión, como cuando él la contempla jugando en la playa con la arena en su ritual incansable de dejar correr la arena por entre los dedos o como cuando antes de dormirse y sin razón alguna le diga apenas un “tú y yo” que él comprenderá como la más intensa declaración de amor filial.
El viaje compartido de Roca y Gallardo
Arrugas y María y yo, con temáticas tan alejadas de lo que comúnmente se asocia a los cómics, llamaron la atención del público y de la prensa, demostrando que los publicistas no siempre saben lo que las personas quieren. Paco Roca vio cómo su libro ganaba el Premio Nacional del Cómic 2008 y era llevado al cine de animación por Ignacio Ferreras, película que obtuvo dos premios Goya el año 2012. Además, es llamado permanentemente a participar de encuentros sobre el Alzheimer e incluso fue convocado por un prestigioso arquitecto para participar en el diseño de una residencia de ancianos que trate a sus internos de forma digna y humana.
Por su parte, Miguel Gallardo también obtuvo importantes galardones con María y yo, así como el reconocimiento de diversas organizaciones médicas y sociales que trabajan con personas autistas. Además, el libro dio origen al documental homónimo del año 2010 que retrató la relación de Miguel con su hija en mayor detalle por medio de imágenes de acción real y de animación.
En Emotional World Tour (Astiberri, 2009), ambos autores se unieron para retratar una serie de anécdotas surgidas de los viajes que han debido hacer a causa del éxito de sus obras. Algunas son historias cómicas en las que se ríen de ellos mismos, de la eterna impuntualidad de Roca, de la etiqueta de “cómic social” que dieron algunos periodistas a sus obras o de las convenciones en las que insistentemente piden a Gallardo dibujar nuevamente los personajes por los que se hizo conocido en el cómic underground.
Otros son relatos que dan espacio a la emoción, por ejemplo, cuando María queda embelesada con un rayo de sol y el polvo suspendido en el aire, imagen que sirve a Gallardo para establecer una relación con el infinito y las estrellas, haciéndonos ver que el universo de la niña es tan vasto y mágico como el de cualquiera de nosotros. Roca, por su parte, nos recuerda: “Pero la vejez existe y existirá siempre como parte ineludible de la vida. Nos toca al resto de generaciones hacerles la vida más agradable” para luego mostrarse a sí mismo llamando a su quejosa madre para preguntarle cómo se hace el sofrito ese que a ella le queda tan bueno siempre. La sonrisa de la mujer es el recordatorio de lo simple que puede ser valorar el lugar en el mundo que ocupan las personas de edad.
Experiencias comunes
Arrugas y María y yo no nos hablan de personas desconocidas. Nos hablan de nosotros mismos, no porque necesariamente hayamos alcanzado ya la tercera edad o porque seamos autistas, sino porque algún día sí seremos ancianos y durante toda la vida llevamos esa camiseta con que Miguel Gallardo vistió a su hija y que recordó a los turistas alemanes su propia unicidad. El éxito obtenido por estos dos libros, pese a los pronósticos aciagos de unos torpes publicistas, nos demuestra que más allá de las diferencias, hay experiencias que todos compartimos y que nos conectan en nuestra necesidad de compañía y comprensión.