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La casa de hojas: el regreso a nuestros miedos ancestrales

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Una película que nos revela un espacio imposible; un texto que exige ser escrito por alguien; un novelista que construye su obra como si de un edificio se tratase; una novela de terror que es mucho más que una novela de terror. Todo esto es La casa de hojas, la compleja creación de Mark Z. Danielewski en la que se nos habla de nuestro lugar en el mundo y de la imposibilidad de comprender cabalmente la realidad en que vivimos.

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Mark Z. Danielewski / Foto: Slate.com

¿Qué sentirían si su casa fuese seis milímetros más grande por dentro que por fuera? Uno podría agradecer que haya más espacio disponible, claro, quizás para poner unas repisas pequeñas o un cuadro de marco muy delgado. Pero la idea misma, aparte de imposible, resulta inquietante. La casa es, después de todo, el lugar seguro en el que vivimos y al que invitamos a quienes más queremos. Esos seis milímetros trasgreden las leyes más básicas que rigen nuestra realidad. ¿Cómo no cuestionar entonces nuestras creencias, nuestras relaciones y nuestro lugar en el mundo en caso de encontrarnos ante una anomalía así? Eso es lo que le toca vivir a Will Navidson y su familia en La casa de hojas (2000), novela escrita por Mark Z. Danielewski (Nueva York, 1966) y publicada en español el año 2013 por Alpha Decay y Pálido Fuego.  Una obra desafiante para cualquier lector y que expande tanto los límites de la novela como los del género al que pertenece: el terror.

Una casa con distintos niveles

El tópico de la casa embrujada parece agotado en el cine de terror. Los ruidos siniestros, el pasado oscuro del lugar, el fantasma amenazante. De tanto visitar dicha casa, ya no nos asusta. Nos da risa o nos aburre, si hay suerte. Sin embargo, Danielewski consigue en esta novela dar un giro al cliché y ofrecernos una historia tortuosa e inquietante en la que nos angustiamos y nos perdemos, tal como sucede a Will Navidson y los suyos en su nuevo hogar, en las afueras de Virginia. Eso es lo que convirtió a La casa de hojas en una novela de culto. Recurriendo a la historia dentro de la historia, el autor presenta al menos tres grandes niveles o relatos.

Portada

a) «El expediente Navidson», escrito por un misterioso anciano llamado Zampanò, en el que reconstruye y analiza científicamente las grabaciones hechas por el dueño de la casa embrujada, el fotoperiodista Will Navidson. Este investiga y graba las inquietantes particularidades de su nuevo hogar, las que aparte de los inocuos seis milímetros extra en el espacio interior incluyen la aparición de una puerta que comunica con un espacio de dimensiones en apariencia infinitas, vacío y oscuro, que será objeto de estudio por parte de Navidson. Esto, acompañado de la observación sobre cómo esta nueva realidad afecta las relaciones familiares de los personajes grabados en video. El autor de este documento, Zampanò, incluye en este estudio una revisión de los cuestionamientos hechos a la película en relación a su veracidad, asumiendo desde ya el juego entre realidad y ficción que Danielewski desarrollará a lo largo de la novela. Como todo buen estudio científico, “El expediente Navidson” es generoso en notas a pie de página y apéndices.

b)    Los apuntes hechos por Johnny Truant al transcribir “El expediente Navidson”, texto que este personaje encuentra en el departamento de Zampanò tras la muerte del misterioso anciano. Estos apuntes, presentados a modo de nota al pie de página, dan cuenta de cómo la recreación que hace Truant de la obra de otro comienza a afectarlo, haciéndolo sentirse perseguido por una fuerza que en ocasiones lo empuja hacia la locura. Esto, junto con la propia revisión que Truant hace de su vida, en muchas ocasiones alejándose de la trama principal para abordar anécdotas de un pasado tortuoso y solitario. Además, Truant anota sus infructuosos intentos por verificar la existencia de la película descrita por Zampanò, lo que nuevamente pone en juego qué es real y qué es inventado.

c)      La novela concreta que el lector tiene en sus manos, La casa de hojas, que se asume como un texto en el que se recogen los otros dos relatos, incluyéndose nuevos apéndices y notas tanto sobre el pasado de Johnny Truant como sobre la familia de Will Navidson. O sea, se crea la apariencia de que son reales los personajes ficticios, a pesar de que ellos mismos cuestionen qué tan reales son los otros.

Como se ve, Danielewski arma su historia mediante el cruce de distintas realidades que van conectándose y poniéndose en duda unas a otras. Así, la historia de la casa embrujada y el desolador laberinto oscuro que dentro de ella existe, trasciende el género de terror para abordar temas más complejos tales como la relación entre lo creado y su creador, las implicancias del acto creador (ya sea grabando un video doméstico, ya sea copiando un texto de otro) y el lugar que ocupa el ser humano en el universo.

Construir una casa infinita

Al leer La casa de hojas, se me vino de inmediato a la cabeza la imagen de un arquitecto.

La construcción de la novela, que incluye los tres grandes relatos mencionados más arriba, emplea diferentes recursos para elaborar el intrincado universo que nos presenta, tales como la diferenciación en el tipo de lenguaje empleado (coloquial, científico, sicológico), el uso de tipografías distintas dependiendo del autor del texto (Zampanò o Johnny Truant), referencias a otros autores y textos bibliográficos (algunos reales, otros inventados) y la disposición libre del texto en la página (horizontal, vertical, en diagonal, al revés, desordenado, etc.). Todo esto lo hace no solo porque sea pretensioso (que lo es muchas veces en su afán experimental), sino que también porque se relacionan estos recursos con lo que se cuenta. Notable es, por ejemplo, como por medio de las notas al pie de la página Danielewski entrampa al lector en una seguidilla de notas relacionadas con otras notas que llevan a otras notas de las que se desprenden nuevas notas, justamente en el momento en que los personajes se adentran y se extravían en el interminable laberinto oscuro que descubren dentro de su casa. Así, lector y personajes comparten la experiencia de sentirse perdidos en lo desconocido. Lo ficticio y lo real viven lo mismo.

Lo mismo ocurre con la disposición del texto en la página, dado que dentro del laberinto oscuro los personajes descubren que las leyes físicas son distintas en él y dependen estas muchas veces de la percepción individual que se tenga del mismo. Si no sé dónde acaba un pasillo, este se vuelve eterno; si sé que me faltan dos pasos, el espacio se corresponde con mi conocimiento de él. Para transmitir esta idea, el texto va cambiando de lugar en la página dependiendo de lo que vivan los personajes. El texto se desordena o desaparece. La oscuridad total que los personajes experimentan en el laberinto es equivalente a lo que siente el lector frente a una página en blanco.

Son tantos los elementos que Danielewski incluye en su obra de poco más de 700 páginas que es imposible quizás dar un sentido a cada uno de ellos. El efecto de confusión es tal que en momentos la lectura se hace pesada y uno como lector siente que se le escapan detalles, que no alcanza a ver el cuadro completo que se le entrega. Tal como ocurre cuando nos internamos en un laberinto, después de todo. Por eso, hay aspectos que quedan en la oscuridad y a la libre interpretación, como el hecho de que la palabra “casa” aparezca siempre escrita con tinta azul, mientras que “minotauro” está escrita con tinta roja. Esta sombra que queda al cerrar el libro ha generado una serie de reacciones: mientras algunos exaltan la obra de Danielewski como una renovación de la novela experimental y de terror (entre ellos Stephen King, ni más ni menos), otros lo han atacado por su pretensiosa apariencia de alta cultura (sus constantes referencias a arquitectura, física, matemáticas, sicología, fotografía, cine, filología y filosofía, por ejemplo) y unos cuantos han repletado el laberinto de internet con lecturas, interpretaciones y guías para los incautos que se adentren en los pasillos interminables de La casa de hojas.

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Páginas interiores de «La casa de hojas»

La casa vista desde fuera

Decir que la novela de Danielewski es pretensiosa y exigente es subestimar el género del terror y reducirlo a los adefesios que mes a mes llegan a nuestras pantallas de cine repitiendo una y otra vez la misma fórmula del salto y el grito. Es no darse cuenta de que junto con una perturbadora historia que recoge la tradición ancestral de las casas embrujadas, también ofrece una crítica mirada sobre la teorización academicista que juega a la autoreferencia y la autocita, una penetrante reflexión sobre la compleja relación entre el creador y su creación (lo real y lo ficticio) así como una serie de imágenes estremecedoras sobre el individuo contemporáneo. Lo incomprensible de los hechos narrados, la oscuridad total dentro de la propia casa y la forma en que el laberinto por el que caminan se vuelve a cada paso más y más intrincado, nos llevan de regreso a nuestros miedos ancestrales, el infinito y la nada, sobre los que hemos construido toda nuestra concepción de la realidad.

 


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